D031 Abordar el Daño Continuo de los Ministerios Cristianos Coercitivos y Abusivos
Nuestra Iglesia, como muchas manifestaciones de la fe Cristiana, ha sido lamentablemente cómplice de ministerios coercitivos y abusivos, como los internados indígenas, los hogares para madres solteras y los centros de crisis de embarazo. Aunque ya iniciamos la labor de reconocer algunos de estos daños, tenemos que reconocer que hay daños distintos causados por la participación de la Iglesia, en comparación con las entidades seculares. En lugar de respetar la dignidad de todo ser humano, la autoridad moral de la Iglesia se ha utilizado para coaccionar y estigmatizar a las personas, así como para abusar de ellas.
En la 80ª Convención General, resolvimos reconocer el trauma intergeneracional causado por la “la operación de los internados indígenas y otros sistemas basados en la supremacía blanca que han oprimido a los pueblos indígenas” e identificamos pasos hacia la reconciliación (2022-A127). También reconocimos el dolor de las adopciones forzosas y resolvimos investigar más a fondo el papel de la Iglesia (2022-D074). Sin embargo, la Iglesia no ha lamentado su apoyo en el pasado a los centros de crisis de embarazo (1994-D105) ante las pruebas más recientes de daños, incluido el hecho de que proporcionan información incorrecta y presionan a las mujeres para que mantengan embarazos no deseados. La Convención General tampoco ha ordenado a la Oficina de Relaciones Gubernamentales que hable sobre los daños de los ministerios cristianos abusivos y trabaje contra la normalización de estas organizaciones. El uso de la caridad como herramienta coercitiva, con la que se restringe el acceso a la atención y el apoyo necesarios para los necesitados, viola los principios más fundamentales de nuestras promesas bautismales compartidas y de la fe cristiana.
Como Iglesia, debemos comprometernos a continuar la labor de reconciliación y a responsabilizarnos de lo que se ha hecho en nuestro nombre.
Explicación
Nuestra Iglesia, como muchas manifestaciones de la fe Cristiana, ha sido lamentablemente cómplice de ministerios coercitivos y abusivos, como los internados indígenas, los hogares para madres solteras y los centros de crisis de embarazo. Aunque ya iniciamos la labor de reconocer algunos de estos daños, tenemos que reconocer que hay daños distintos causados por la participación de la Iglesia, en comparación con las entidades seculares. En lugar de respetar la dignidad de todo ser humano, la autoridad moral de la Iglesia se ha utilizado para coaccionar y estigmatizar a las personas, así como para abusar de ellas.
En la 80ª Convención General, resolvimos reconocer el trauma intergeneracional causado por la “la operación de los internados indígenas y otros sistemas basados en la supremacía blanca que han oprimido a los pueblos indígenas” e identificamos pasos hacia la reconciliación (2022-A127). También reconocimos el dolor de las adopciones forzosas y resolvimos investigar más a fondo el papel de la Iglesia (2022-D074). Sin embargo, la Iglesia no ha lamentado su apoyo en el pasado a los centros de crisis de embarazo (1994-D105) ante las pruebas más recientes de daños, incluido el hecho de que proporcionan información incorrecta y presionan a las mujeres para que mantengan embarazos no deseados. La Convención General tampoco ha ordenado a la Oficina de Relaciones Gubernamentales que hable sobre los daños de los ministerios cristianos abusivos y trabaje contra la normalización de estas organizaciones. El uso de la caridad como herramienta coercitiva, con la que se restringe el acceso a la atención y el apoyo necesarios para los necesitados, viola los principios más fundamentales de nuestras promesas bautismales compartidas y de la fe cristiana.
Como Iglesia, debemos comprometernos a continuar la labor de reconciliación y a responsabilizarnos de lo que se ha hecho en nuestro nombre.