D041 Apoyar la Adopción de un Día de Fiesta Ecuménica de la Creación en Nuestro Calendario Litúrgico
La Fiesta de la Creación del 1° de septiembre, también conocida como Día de la Creación o Jornada Mundial de Oración por la Creación, ha adquirido una gran popularidad ecuménica y ha inspirado una Temporada de la Creación más amplia, de un mes de duración. Como inspiración en una rica tradición de la Iglesia Ortodoxa (donde el 1° de septiembre es el primer día de su año litúrgico), fue adoptada posteriormente por el Consejo de Iglesias Europeas en 1997, el Consejo Mundial de Iglesias en 2008, el Consejo Consultivo Anglicano en 2012 y la Iglesia Católica Romana en 2015.
Tras décadas de celebraciones ecuménicas de la Fiesta de la Creación, en marzo de 2024 tuvo lugar en Asís una conferencia histórica, copatrocinada por la Comunión Anglicana, el Consejo Mundial de Iglesias y otras comuniones mundiales, para estudiar una propuesta de elevar la observación a la categoría de fiesta litúrgica en el calendario de las iglesias occidentales. Se llegó a un sólido consenso sobre la necesidad de seguir adelante con esta iniciativa conjunta, en particular como gesto para conmemorar el 1,700 aniversario del Concilio de Nicea en 2025.
La fiesta tiene profundos fundamentos teológicos derivados de su antiguo simbolismo en la Iglesia Ortodoxa como día que representa el “acto” divino de la Creación. Así, puede enriquecer el calendario litúrgico con una fiesta que es a la vez trinitaria y cristológica, motivando una mayor atención al Dios Trino como Creador, al gran misterio de la Creación y a la sacralidad de todas las criaturas. En otras palabras, no es solo una celebración de la Creación como el orden creado, sino, lo que es más importante, se trata de una celebración de la Creación como misterio teológico y una proclamación de nuestra creencia nicena en el Padre como “creador del cielo y de la tierra”, en Cristo “a través [de quien] fueron hechas todas las cosas” y en el Espíritu Santo como “dador de vida”.
Uno de los crudos “signos de los tiempos” es lo que la Organización de las Naciones Unidas denomina la “triple crisis planetaria” del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Cada uno de estos problemas es una crisis con sus propias causas y efectos, pero los tres convergen y se agravan mutuamente. Desestabilizar, desmantelar y contaminar los sistemas vitales de la Tierra es un asunto de injusticia social y racial. Las comunidades históricamente marginadas e insuficientemente atendidas son las primeras y más perjudicadas por los efectos de un medio ambiente degradado, y también son las que menos probabilidades tienen de sentarse a la mesa donde se toman las decisiones políticas. Dejarle un mundo arruinado a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos es también un asunto de injusticia intergeneracional. Como personas de fe, entendemos que la degradación medioambiental es una cuestión profundamente espiritual y moral, y que la Iglesia está llamada a proclamar mediante la oración y la acción la buena nueva de Dios a toda la Creación.
Este es un momento oportuno y decisivo —de hecho, un momento kairos— para que la Iglesia añada una fiesta de la Creación a su calendario litúrgico, por varias razones:
- La aceptación de la fiesta de la Creación y del tiempo de la Creación que la acompaña sigue creciendo no solo en la Iglesia Episcopal y en la Comunión Anglicana mundial, sino también ecuménicamente, entre otras ramas del cristianismo.
- La triple crisis planetaria exige urgentemente nuestra atención y respuesta en la oración.
- Muchas iglesias reservan días especiales para enfocarse en el mundo natural, como el Día de la Tierra o el Día Mundial del Medio Ambiente, pero tienden a enfocarse solo en el orden creado y a ignorar el Misterio de Dios Creador.
- El Leccionario Común Revisado es una herramienta vital que fortalece nuestras relaciones ecuménicas.
- La Iglesia reconoce nuestra necesidad de honrar y aprender de la espiritualidad indígena.
- El año de Nuestro Señor 2025 tiene un gran significado ecuménico, ya que conmemoramos el 1,700 aniversario del Concilio de Nicea, una fecha clave que requiere actos tangibles de comunión, no solo declaraciones.
- La Iglesia Episcopal ha demostrado un largo interés en fomentar el desarrollo de oraciones que honren a Dios en la Creación de Dios y en 2018 agregó Materiales Litúrgicos que honran a Dios en la Creación al Libro de Ritos Ocasionales.
Un presupuesto de US$30,000 financiará los gastos de viaje de 6 personas a reuniones internacionales centradas en el desarrollo de esta fiesta.
Explicación
La Fiesta de la Creación del 1° de septiembre, también conocida como Día de la Creación o Jornada Mundial de Oración por la Creación, ha adquirido una gran popularidad ecuménica y ha inspirado una Temporada de la Creación más amplia, de un mes de duración. Como inspiración en una rica tradición de la Iglesia Ortodoxa (donde el 1° de septiembre es el primer día de su año litúrgico), fue adoptada posteriormente por el Consejo de Iglesias Europeas en 1997, el Consejo Mundial de Iglesias en 2008, el Consejo Consultivo Anglicano en 2012 y la Iglesia Católica Romana en 2015.
Tras décadas de celebraciones ecuménicas de la Fiesta de la Creación, en marzo de 2024 tuvo lugar en Asís una conferencia histórica, copatrocinada por la Comunión Anglicana, el Consejo Mundial de Iglesias y otras comuniones mundiales, para estudiar una propuesta de elevar la observación a la categoría de fiesta litúrgica en el calendario de las iglesias occidentales. Se llegó a un sólido consenso sobre la necesidad de seguir adelante con esta iniciativa conjunta, en particular como gesto para conmemorar el 1,700 aniversario del Concilio de Nicea en 2025.
La fiesta tiene profundos fundamentos teológicos derivados de su antiguo simbolismo en la Iglesia Ortodoxa como día que representa el “acto” divino de la Creación. Así, puede enriquecer el calendario litúrgico con una fiesta que es a la vez trinitaria y cristológica, motivando una mayor atención al Dios Trino como Creador, al gran misterio de la Creación y a la sacralidad de todas las criaturas. En otras palabras, no es solo una celebración de la Creación como el orden creado, sino, lo que es más importante, se trata de una celebración de la Creación como misterio teológico y una proclamación de nuestra creencia nicena en el Padre como “creador del cielo y de la tierra”, en Cristo “a través [de quien] fueron hechas todas las cosas” y en el Espíritu Santo como “dador de vida”.
Uno de los crudos “signos de los tiempos” es lo que la Organización de las Naciones Unidas denomina la “triple crisis planetaria” del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Cada uno de estos problemas es una crisis con sus propias causas y efectos, pero los tres convergen y se agravan mutuamente. Desestabilizar, desmantelar y contaminar los sistemas vitales de la Tierra es un asunto de injusticia social y racial. Las comunidades históricamente marginadas e insuficientemente atendidas son las primeras y más perjudicadas por los efectos de un medio ambiente degradado, y también son las que menos probabilidades tienen de sentarse a la mesa donde se toman las decisiones políticas. Dejarle un mundo arruinado a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos es también un asunto de injusticia intergeneracional. Como personas de fe, entendemos que la degradación medioambiental es una cuestión profundamente espiritual y moral, y que la Iglesia está llamada a proclamar mediante la oración y la acción la buena nueva de Dios a toda la Creación.
Este es un momento oportuno y decisivo —de hecho, un momento kairos— para que la Iglesia añada una fiesta de la Creación a su calendario litúrgico, por varias razones:
- La aceptación de la fiesta de la Creación y del tiempo de la Creación que la acompaña sigue creciendo no solo en la Iglesia Episcopal y en la Comunión Anglicana mundial, sino también ecuménicamente, entre otras ramas del cristianismo.
- La triple crisis planetaria exige urgentemente nuestra atención y respuesta en la oración.
- Muchas iglesias reservan días especiales para enfocarse en el mundo natural, como el Día de la Tierra o el Día Mundial del Medio Ambiente, pero tienden a enfocarse solo en el orden creado y a ignorar el Misterio de Dios Creador.
- El Leccionario Común Revisado es una herramienta vital que fortalece nuestras relaciones ecuménicas.
- La Iglesia reconoce nuestra necesidad de honrar y aprender de la espiritualidad indígena.
- El año de Nuestro Señor 2025 tiene un gran significado ecuménico, ya que conmemoramos el 1,700 aniversario del Concilio de Nicea, una fecha clave que requiere actos tangibles de comunión, no solo declaraciones.
- La Iglesia Episcopal ha demostrado un largo interés en fomentar el desarrollo de oraciones que honren a Dios en la Creación de Dios y en 2018 agregó Materiales Litúrgicos que honran a Dios en la Creación al Libro de Ritos Ocasionales.
Un presupuesto de US$30,000 financiará los gastos de viaje de 6 personas a reuniones internacionales centradas en el desarrollo de esta fiesta.